viernes, 2 de enero de 2009

Aquel hombre

El dolor en su cuerpo era insoportable por causa de los azotes. Su corazón estaba abatido y en su rostro se dibujaban dos gruesas lágrimas.
No había nadie con él, estaría solo y nis siquiera podía contar con la compañía de Baruc que en tiempos pasados, alivió un poco su carga en aquellos días cuando fue perseguido por el rey.
Más ahora las cosas no eran asi. No tenía compañeros ni amistades que le consolaran, tampoco existían familiares que velaran por su bienestar.
Esta era la condición de Jeremías cuando se encontró preso en la casa del escriba Jonatán.
Una pregunta le daba vueltas a su cabeza: ¿Por qué yo?
Para su pueblo él era un traidor, se convirtió en un paria e incluso entonaban canciones en las cuales se burlaban de su condición. Nadie le escuchaba y cuando abría su boca ninguna persona le ponía atención, sino que endurecían sus corazones y lo insultaban.
¿Y todo por qué? Por hablar la palabra de Jehová.
-¡No hablaré más!- dijo en una ocasión-Ignoraré el mensaje del Altísimo y mis labios estarán cerrados.
Mas dentro de él exitía como un fuego ardiente que inflamaba su corazón y lo movía a declarar la palabra de Dios. Trató de luchar en contra de eso pero Dios fue más fuerte y Jeremás terminó rindiendose a su voluntad.
Y ahora estaba preso.
Había sido odiado y lo azotaroncon injusticia. ¿Qué podía hacer?¿Renegar de Adonai y olvidar su trabajo?
Una frase cruzó por su mente como porinspiración divina: "Por la misericordia de Jehová no hemos sido destruidos, nuevas son sus misericordias cada mañana. Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud".
En esos momentos de dolor, en vez de maldecir su condición, con su voz clamó a Jehová decidiendo esperar en él, no pedía que fuera quitado del fuego de la prueba, sino que le diera fuerzas para soportarla y no terminar quemado y destruido.
Apesar de su dolor, Jeremías nunca renegaría de Dios.
Nunca.